La puñalada que cambió el tenis
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La gente de mi generación, la que empezó a seguir el tenis a mediados de los años noventa, recuerda a una jugadora americana que jugaba tanto la derecha como el revés a dos manos con gran potencia. Una jugadora que gritaba como una posesa tras cada golpe que ejecutaba y que tenía serios problemas de movilidad y marcado sobrepeso para una deportista de élite.
Era una de las mejores jugadoras del mundo, pero era impensable compararla con las Graf, Hingis, Davenport o la emergentes hermanas Williams. Dicha jugadora llegaba a cuartos de final en los torneos grandes de manera consistente, pero rara vez pasaba de ahí. Alguna vez daba la sorpresa y se colaba en alguna final, como aquella de Roland Garros en el año 1998, de tan grato recuerdo para el público español, ya que esta americana perdería el título a manos de nuestra Arantxa.
Lo que la gente de mi generación no es capaz de recordar es que esta misma jugadora fue yugoslava, número uno del mundo siendo menor de edad y destinada a ser la mejor tenista de la historia.
Lo que la gente de mi generación tampoco recuerda es que todo lo que hemos escrito en este párrafo se esfumó un 30 de Abril de 1993, el día en que el tenis femenino cambió para siempre.
Mónica Seles nació en la entonces localidad yugoslava de Novi Sad, el 2 de diciembre de 1973. Se inició en el tenis de la mano de su padre, un dibujante de profesión, a la edad de cinco años. La joven Seles se convirtió en una de las mejores jugadoras yugoslavas de su categoría, por lo que a los once años tuvo la oportunidad de viajar a Florida para allí convertirse, ante la sorpresa de los presentes, en campeona de la prestigiosa Orange Bowl, uno de los torneos más importantes del mundo en categoría junior. Allí llamó la atención del cazatalentos americano Nick Bollettieri, que hizo una oferta a su familia para que la joven Mónica y su hermanos Zoltán se enrrolasen en su academia.
A partir de ese momento la carrera de la jugadora bálcanica fue simplemente meteórica. Debutó en el circuito profesional a los catorce años y ganó su primer torneo a los quince. Acabó el año 1989 (con dieciséis años recién cumplidos) en la posición número seis del ranking WTA.
Por aquellos años Steffi Graf dominaba el tenis femenino con mano de hierro. En los últimos dos años, los correspondientes a las temporadas de 1988 y 1989, la alemana solo había dejado escapar un Grand Slam de los ocho en juego y prácticamente doblaba en puntos a la segunda clasificada en la clasificación WTA. Nadie en aquella época podía esperar que el relevo de guardia estuviese acechando ya en el horizonte.
La temporada 1990 comenzó de la manera habitual, con la tenista germana ganando en Australia para así encadenar ocho grandes de nueve posibles desde enero del 88. Sin embargo, en la final de Roland Garros, la historia empezaría a cambiar. Seles y Graf se enfrentaban por primera vez en la última ronda de un grande y la victoria caía del lado de la yugoslava, que se convertía así, a los dieciséis años y siete meses, en la más joven ganadora en París. La alemana aguantaba el número uno a final de año, sin embargo Seles ya se colocaba pisándole los talones al comenzar la temporada 1991.
A partir de ese momento, Seles aceleró y se llevó a todas las jugadoras por delante, Graf incluída. 1991 la vió ganar en los tres grandes en los que participó (no pudo jugar en Wimbledon por lesión) amén de completar su exitosa temporada con el título en la WTA finals. Por supuesto la tenista bálcanica acabó el año como número uno, posición que no dejaría hasta el día de la fatídica puñalada.
La tónica siguió en 1992, con Seles revalidando todos los títulos grandes que había conseguido el año anterior, dejando tan solo Wimbledon para Graf (la única vez que Seles perdió una final de Grand Slam contra Steffi) y acababa de nuevo como número uno destacada.
En estos momentos la prensa mundial se hacía eco de la incapacidad de Graf para batir a Seles y se hablaba ya de la tenista de Novi Sad como número uno sólido para los próximos años.
Mónica Seles tenía una ventaja sobre Graf en el hecho de que era capaz de producir golpes ganadores desde cualquier posición de la pista, tanto con su derecha como con su revés, algo que Graf solo podía hacer de forma consistente con su derecha. Tan solo en la hierba de Wimbledon, el fantástico juego cortado de la tenista alemana podía contrarrestar la potencia de la yugoeslava, ya que el bajo bote de la pelota dificultaba los puntos de impacto de los ataques de Seles.
El año 1993 comenzó del mismo modo, con Seles levantando el título en Australia por tercera vez consecutiva. Desde su primera victoria de Grand Slam en junio de 1990, Mónica Seles había ganado ocho grandes y Graf dos. La situación de dominación comenzó a hacer mella en algunos seguidores de la jugadora alemana, que tan solo unos años antes veían a Graf pasearse por el circuito ganando un título tras otro. A todo ello había que sumarle que Seles era cuatro años más joven que Steffi, por lo que todo el mundo tenía la sensación de que el tiempo haría solo que agrandar la brecha.
Con esta situación se llegó al torneo de Hamburgo de 1993, uno de los más prestigiosos sobre tierra batida, con Seles como cabeza de serie uno y Graf como número dos. Seles avanzó sin problemas hasta los cuartos de final, ronda en la que se enfrentaría a la búlgara Magdalena Maleeva. Era el 30 de Abril de 1993 y Seles dominaba como de costumbre su partido por 6/4 y 4/3. En ese momento, cuando las jugadoras descansaban durante unos instantes en el cambio de lado, un enfermo mental llamado Günther Parch se levantó de su asiento y apuñaló a la núnero uno mundial por la espalda. El agresor fue reducido inmediatamente y declaró ante la policía que lo había hecho para que Graf recuperase el número uno, ya que se sentía fan incondicional de su compatriota.
Seles tuvo suerte dentro de la desgracia, ya que la puñalada no afectó a órganos vitales ni claves para su movilidad. Sin embargo sumió a la tenista en una profunda depresión. Lo que debía ser una recuperación de unos meses pasó a ser una depresión de unos años, en la que Seles se refugió en la comida para calmar sus episodios de ansiedad.
Mónica Seles tardó más tiempo en volver al circuito, lo hizo en Agosto de 1995, de lo que su agresor en volver a la calle (recibió una pena de dos años). Por el camino la jugadora de la academia Bollettieri se nacionalizó americana y bajo esta bandera ya nunca fue la misma.
Con una marcada ganancia de peso, que la prensa de la época no hizo más que remarcar (en ocasiones de las manera más cruel), Seles volvía a jugar, pero su juego y su capacidad física nunca volvieron a los niveles de antaño. Tuvo tiempo de ganar otro Grand Slam en Australia, pero nunca más volvió a ser la jugadora dominante de antes de la agresión. Esta es la Seles que se nos quedó en la retina, pero nunca fue la verdadera Seles.
La verdadera Mónica Seles revolucionó el tenis con un juego de potencia nunca antes visto. Fue la precursora de las grandes pegadoras que vinieron después y de alguna manera podemos decir que cambió el estilo de jugar al tenis. La verdadera Mónica Seles dominó a la que para muchos es la mejor tenista de la historia sin ni siquiera cumplir los veinte años. Ganó más Grand Slams que nadie como adolescente.
Nunca sabremos si se habría convertido en la mejor jugadora de todos los tiempos, lo que sí sabemos es que estaba en mejor disposición que nadie para serlo.
LINKS
Primer GS de Seles RG 1990
Seles - Sanchez Vicario US Open 1992
Seles - Graf AO 1993 Final
Seles - Maleeva Hamburgo 1993
Una de las mejores entradas de tu blog.
ResponderEliminarDespierta muchas preguntas:
¿cuál o cuáles serían las diferencias entre un golpe a dos o a una mano? En cuanto a potencia, abrir ángulos, etcétera; ofensiva o defensivamente...
¿Sabes de alguna escuela que enseñe derecha a dos manos?
Guapísimo Reimon! Que grande
ResponderEliminaryesterday I saw on the internet training with medicine ball and elastic bands for preseason.
ResponderEliminardo you recommend it?