La Ensaladera que unió a un país
Hay pocos momentos en los que un deporte individual como el tenis pueda movilizar a un país de la manera que lo hacen los grandes deportes de equipo. Si bien es cierto que los éxitos de nuestros jugadores los tomamos en muchas ocasiones como propios, el sentimiento de pertenencia es inevitablemente menor si Nadal gana Roland Garros que si la selección de fútbol gana la copa del mundo. Los españoles hemos ganado el mundial pero Rafael Nadal ha ganado Roland Garros para España. Si hubo un momento en la historia de este país en la que todo el mundo se sintió parte de un éxito colectivo y lo celebró como tal fue sin duda la victoria en la Copa Davis del año 2000, el año en el que por fin, España se sintió parte de la élite en un deporte mayoritario.
Para los jóvenes de hoy en día, los que han crecido viendo una Davis que, salvo contadas excepciones, ha interesado poco o nada a las grandes estrellas, una Davis que molesta en el calendario, que ha tenido que ver su transformación total de formato y que tiene que luchar con la recién creada ATP Cup por aglutinar a los mejores jugadores, es difícil comprender el aura y la importancia que esta competición llegó a tener tiempo atrás.
Hace unos años, el hecho de ser seleccionado para jugar la Copa Davis por tu país era uno de los mayores honores que un jugador podía disfrutar dentro del circuito. Si llegaba el caso, la Davis era preferencia absoluta y no era extraño que los jugadores dejarán de lado alguno de los torneos ATP para preparar a conciencia alguna eliminatoria importante. Ganar la Davis se consideraba un éxito al nivel de levantar un Grand Slam.
Para un país como España, la Ensaladera fue un territorio vedado durante cien años. La casi totalidad del siglo XX significó para nuestro equipo un vagar por las diferentes divisiones que conformaban la competición, con contadísimas ocasiones en las que el combinado nacional tuvo opciones reales de llevarse el trofeo.
En la centuria que fue desde 1900 hasta 1999 nuestro país tuvo solo dos ocasiones de jugar la final, en 1965 y 1967, perdiendo ambas ante el coco de la época, la Australia de los Emerson, Stolle, Newcombe y Roche. La generación de los Santana, Gisbert, Orantes y Arilla fue la única que se acercó a tocar la copa con la yema de los dedos.
España contaba con jugadores de calidad, sin embargo tenía dificultades para armar un equipo de tres o cuatro jugadores de máximo nivel y así competir con las grandes potencias, las cuales sí eran capaces de producir un número de estrellas mayor en cada generación.
Este hecho, sumado a la dificultad española para sacar buenos resultados en eliminatorias fuera de casa, donde los rivales aprovechaban para jugar en superficies lo más rápidas posibles, nos hacía una selección peligrosa, pero sin opciones reales de pelear por ganar el título.
Esta dinámica comenzó a cambiar tímidamente a finales de los años 90. Tras un paso poco glorioso fuera del grupo mundial, en 1996 se consiguió el ansiado ascenso, gracias a un equipo de nuevas promesas llamadas Carlos Moyá, Albert Costa y Alex Corretja. Por primera vez en tiempo se veían visos de poder montar un equipo sólido para los próximos años.
Tras un año de transición en la élite se llegó a 1998, año en el que Moyá triunfaba en Roland Garros y hacía semifinales en el Us Open y Corretja ganaba el Masters en Hannover. Con dos jugadores en el top ten y varios acechando dichas posiciones las excusas para no ser competitivos en cualquier eliminatoria y contra cualquiera se acababan. España llegó a semifinales de la competición, dejando por el camino a Brasil y Suiza. Suecia, actual campeón, cortó el paso a los nuestros en semifinales, alejando la posibilidad de volver a luchar por la ensaladera 31 años después.
La Davis de 1999 empezaba por primera vez poniendo a España el cartel de favorito. Corretja llegó al número dos en febrero y Moyá se colocaba como número uno en abril. España comenzaría en casa ante la peligrosa Brasil, que contaba en sus filas con el peligroso Gustavo Kuerten, ganador en París en 1997. La temporada que se pensaba iba a ser la mejor en años acabó siendo un desastre. Kuerten pasó por encima a los españoles y les ganó el solo los tres puntos necesarios. España despertaba y el sueño de luchar por el título se transformaba en la pesadilla de luchar por la permanencia, que para más inri se iba a disputar en pista rápida y en la lejanísima Nueva Zelanda.
En ese momento no se sabía, pero el público leridano, que fue espectador de la derrota a manos del Brasil de Guga, sería el último público español que presenciaría una derrota de los nuestros en casa hasta el cambio de formato en 2019. A día de hoy, esta eliminatoria sigue siendo la última derrota en casa de España en la competición.
El varapalo de Lérida fue mayúsculo y la temporada de los españoles acabó de la peor manera posible. Moyá lesionado, Corretja en crisis de juego y con Costa como número uno español en el puesto 18, tan solo un año después de haber tenido tres tenistas clasificados para el masters. La eliminatoria en Nueva Zelanda fue solucionada por Félix Mantilla y Pato Clavet, que cruzaron el globo para salvar a España de la quema del descenso.
Con alta dósis de incertidumbre empezó la temporada 2000 para los españoles, que habían pasado de ser favoritos a que no demasiada gente contase con ellos para la victoria final. Sin embargo el sorteo fue benévolo y algunos jugadores comenzaron a recuperar sensaciones, a pesar de que Moyá seguía arrastrando problemas físicos.
La primera eliminatoria se disputaría en Murcia ante Italia, un rival asequible para comenzar la competición. España ganó cómodamente por cuatro a uno gracias a las prestaciones de los Corretja, Costa y la de una nueva adquisición, el catalán Joan Balcells, que se convertiría en baluarte fundamental para convertir el punto más débil de la escuadra española, el tan detestado dobles, en un punto de garantías.
España avanzaba y se cruzaría con la temida Rusia de Kafelnikov y Safin en cuartos de final. La suerte deparaba que de nuevo se jugase en casa, esta vez la ciudad elegida fue Málaga.
La eliminatoria se antojaba complicada, sin embargo los rusos se empeñaron en allanar el camino de los españoles. Se dijo que Kafelnikov solo cogió la raqueta en Málaga para jugar los partidos, pasándose los días jugando al golf con su séquito, y que Safin se prodigó más por los locales de la Costa del Sol que por las pistas de entrenamiento. Verdad o no, España arrolló a los rusos por 4-1 gracias en parte a una nueva pieza en el equipo, el jovencísimo Juan Carlos Ferrero, que destrozó tanto a Kafelnikov como a Safin en los dos partidos que jugó.
España avanzaba a semifinales donde le tocaría en suerte la gran potencia mundial, los Estados Unidos de América de Pete Sampras y André Agassi. De nuevo la eliminatoria se jugaría en casa.
La suerte volvió a sonrreir a los españoles, ya que por diversas razones, ni Sampras ni Agassi estarían defendiendo los colores de su selección en Santander, teniendo el capitán John McEnroe que convocar un equipo de circunstancias con Todd Martin y el semidesconocido Jean-Michael Gambill a la cabeza. La presión estaba del lado de los locales, que sabían que en estas condiciones no podían fallar, y no lo hicieron. Arrollador 5-0 y la final esperaba 33 años después.
Por tercera vez España jugaría la eliminatoria por la Ensaladera y por tercera vez el rival sería Australia. Los Emerson, Newcombe y Roche daban paso a los Hewitt y Rafter. Por primera vez, eso sí, el encuentro final se disputaría en territorio propio, en el Palau Sant Jordi de Barcelona.
La expectación en el país fue máxima, sabiendo que, a pesar de que los australianos eran jugadores de primerísimo nivel y con más experiencia en estas rondas de la competición, ni Hewitt ni Rafter eran especialistas en tierra batida. Los obreros del Palau se volcaron en construir una pista lo más lenta posible, lo cual favorecía claramente a los intereses de los españoles, ya que la federación internacional obligaba a jugar la final en campo indoor (debido a que se disputaba en diciembre), y que dicha ley favorecía de por sí a los tenistas aussies.
Los capitanes españoles, el denominado G4 con Javier Duarte a la cabeza, tuvieron que afrontar dos decisiones extremadamente difíciles antes de comenzar el enfrentamiento. La primera fue dejar a Carlos Moyá fuera de la convocatoria. El que había sido número uno durante años del equipo se había recuperado de sus problemas físicos, sin embargo los capitanes decidieron seguir apostando por el bloque que había llevado al equipo a la final. Fue una decisión tremendamente difícil y que creó cierta polémica en nuestro país.
La segunda era reservar a Corretja, nuestro número uno, el primer día de competición. El barcelonés venía de una temporada excesivamente cargada y de disputar el Masters hacía tan solo unos días, por lo que el cuerpor técnico pensó que tres días seguidos de competición serían demasiados para el jugador español. Con dichas decisiones, Costa enfrentaría a Hewitt para abrir la competición y Rafter se mediría a Ferrero para cerrar el primer día.
El partido de Costa y Hewitt fue una batalla campal, en especial en el terreno físico y mental. El público, que abarrotaba el Palau, se volcó en apoyar al jugador ilerdense y en abuchear al australiano cada vez que el joven Hewitt realizaba alguno de sus clásicos gritos o gestos motivadores.
Albert Costa dominó durante gran parte del encuentro pero Hewitt sacó la raza que le convertiría en número uno del mundo al año siguiente y levantó el partido tras casi cinco horas de juego. Australia se adelantaba por uno a cero y Ferrero se veía forzado a ganar a Rafter.
El segundo partido fue el partido del miedo. España se las había prometido muy felices antes de comenzar y la realidad era que el equipo nacional se encontraba con un Hewitt encencido, un marcador adverso y un Rafter que ganaba el primer set contra un Ferrero de veinte años, que cargaba en sus espaldas las decepciones de un siglo. El segundo set llegó al tiebreak. Si Rafter lo ganaba España pasaría de una situación complicada a una situación crítica. Por suerte lo que pudo ser una catástrofe se convertió en el punto de inflexión de la eliminatoria. El valenciano sacó su mejor tenis cuando el equipo más lo necesitaba. Ganó ese tiebreak, el set siguiente y cogió ventaja de un break en el cuarto set. En ese momento Rafter tuvo que decir basta debido a una lesión en el tobillo que se había producido unos minutos antes. Eliminatoria empatada a la espera del dobles.
El sábado siempre había sido por excelencia el día más complicado para el equipo español. Desde los tiempos de Sánchez-Casal el cambinado nacional buscaba un dobles de garantías, en la gran mayoría de casos con escasa fortuna. Australia contaba con la mejor pareja del momento, los temibles Woodies, conformados por Todd Woodbridge y Mark Woodfore. Eran los Bryans del momento. Sin embargo, España iba a contar con una nueva ayuda del destino, ya que Todd Woodbrigde no sería de la partida debido a una lesión y su lugar lo ocuparía Sandon Stolle, un buen doblista pero que no llegaba al nivel de Woodbridge. Del otro lado de la red, la pareja de este año conformada por Corretja y Balcells, novicia en este tipo de situaciones de máxima presión.
Tras un uno a uno el viernes, las estadísticas de la Davis decían que el equipo que ganaba el dobles vencía en casi el noventa por ciento de las ocasiones la eliminatoria. El partido era decisivo.
El dobles, para asombro general, no tuvo historia. Corretja y Balcells hicieron un partidazo y barrieron de la pista a los australianos por un triple 6/4. La Ensaladera estaba a un solo punto.
Era domingo, diez de diciembre del año 2000. España estaba a un suspiro de conquistar la Ensaladera. El país, por primera vez en su historia, se paralizaba por un partido de tenis. De un lado de la red, Lleyton Hewitt. Frente al jugador australiano, el joven Juan Carlos Ferrero, un Palau Blaugrana a reventar y un país pegado al televisor.
El partido fue digno, no solo de lo que estos jugadores eran ya en ese momento, sino de lo que iban a ser en el futuro: números uno y ganadores de Grand Slam. El choque fue de una tensión máxima, sacando ambos jugadores lo mejor de sus repertorios. Ferrero con sus durísimos golpes desde el fondo y Hewitt a la contra como solo él sabía hacer. A medida que las horas se acumulaban en las piernas, el valenciano consiguió romper el partido por el lado físico y Hewitt pagó las facturas de la batalla campal contra Costa. Con un passing de revés paralelo que todos ayudamos a golpear, Ferrero daba la ansiada Copa Davis a España.
El diez de diciembre del año 2000 fue la primera vez que el deporte de la raqueta brindó un éxito colectivo a nuestro país. Esa tarde de domingo no fueron solo los aficionados al tenis los que pegaron sus narices a la televisión. Gente de todas las partes de España, aficionados o no, se quedaron enganchados por un rato a la caja tonta para disfrutar de los misiles envíados por un joven de veinte años, apodado el mosquito, que ofreció un espectáculo sin precedentes para traer por fin la Ensaladera a casa. Luego vendrían muchas más, hasta un total de seis, pero ninguna supo tan bien ni fue tan esperada como la primera.
LINKS :
Hewitt - Costa full match DC 2000
Balcells Corretja - Woodfore Stolle full match
Last Point Davis Cup 2000
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"El diez de diciembre del año 2000 fue la primera vez que el deporte de la raqueta brindó un éxito colectivo a nuestro país" y "Si hubo un momento en la historia de este país en la que todo el mundo se sintió parte de un éxito colectivo y lo celebró como tal fue sin duda la victoria en la Copa Davis del año 2000, el año en el que por fin, España se sintió parte de la élite en un deporte mayoritario" porque haber ganado 5 veces la Copa Federación no significa absolutamente nada.
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